viernes, 1 de junio de 2012

"En honor a la verdad"


A medida que pasan los días, al ver a Lorenzo desarrollándose, recuperando la estampa y la alegría hasta en el andar, me sobrecoge una inmensa emoción. Esa imagen, rodeado por niños y adultos acariciándole, me hace suspirar y repetir, convencida: ¡Todo ha valido la pena! Mi corazón, entonces, descansa en la certeza de que tengo de él lo más importante: su felicidad y su salud. O, al menos eso creo, hasta que veo a un cachorro jugueteando y que promete convertirse en un ejemplar espectacular. Entonces, en mi mente, comienza a rondar el “hubiera”.
Y, a últimas fechas, ese “hubiera” me ha visitado por las noches tejiendo sueños inconclusos. La simple noticia de que mi Lorenzo, después de una última revisión, está listo para reproducirse, ha removido el recuerdo de aquel cachorro almeriense cercado entre gente que le prodigaba cariños y halagos en el aeropuerto de Barcelona, listo para iniciar sus aventuras en tierra mexicana.
¿Acaso el sueño de la crianza de un ejemplar especial y la fantasía en las pistas sigue vivo?
Creo que, al igual que nosotros como padres pasamos aquellos deseos guardados a los hijos, ahora me descubro soñando en un cachorro que luzca su cabeza perfecta y su manto blanco. Así se levanta en mí, como una nueva oportunidad, la ilusión de ver crecer a Lorenzo, otra vez, en unas recién nacidas cuatro patitas blanquinegras.
Si, en honor a la verdad, confieso que me ilusiona ver a uno de su descendencia correr y disfrutar, retozar saludable y sin enfado en los mismos parajes en que, Lorenzo y yo, sólo disfrutamos de la vista y de nuestra mutua compañía.

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