lunes, 30 de enero de 2012

"Finales y comienzos"

Cuando el frío arrecia todo se congela, incluso, el corazón.
Ni las carreras ni las compañías, pudieron evitar que las heladas se infiltraran hasta en los huesos de Lorenzo. A pesar de apretujarse contra los cuerpos tibios de sus compañeros de manada, el enorme perro sintió como, día a día, sus músculos, su piel y su ánimo disminuían.
Y, como intempestiva ventisca, la figura de mi querido amigo se redujo a huesos, piel marchita y ojos opacos. La pierna izquierda, la más dañada desde el accidente, se resistía a cargar el peso y la mano derecha, en sus intentos de compensar, ahora imitaba su cojera.
¡Qué dolor ver a mi bello cachorro cojeando en mitad del invierno!
A veces, el único lugar donde podemos encontrar curación y reposo, es el hogar. Y ese fue el destino de Lorenzo. Con ayuda, hasta para subir al auto, partimos a casa. La llegada, además de conmovedora, resultó de una inusitada alegría.
Estrenando colchón, mi amigo instaló su enorme cuerpo y soltó un resuello como diciendo: ¡Al fin en casa! Y, con inusitado apetito, comenzó su alimentación de tres alimentos al día para recuperar la grasa consumida para sobrevivir el frío. Arroz con atún, croquetas, huevo y complementos vitamínicos comenzaron a recuperarlo, además de la medicación para desinflamar articulaciones.
Las terapias de acupuntura y los mimos constantes tuvieron un efecto inmediato. Y, una dieta de varios kilos de pollo al día, le hicieron ganar peso, poco a poco pero de inmediato.
Esta vez, la prescripción médica fue determinante: Lorenzo no debe vivir fuera de los muros tibios y cuidados especiales por su condición de salud resultante del accidente y la cirugía.
Así que, como sentencia dictada tras el golpe del mazo de un juez, nuestros destinos quedaron unidos por el resto de nuestros días. Lo que parecía un final, en realidad, era un feliz comienzo
¡Bienvenido a casa, Lorenzo, por hoy y para siempre!

No hay comentarios:

Publicar un comentario