martes, 14 de febrero de 2012

"Lenguaje"

Esta mañana, corriendo a mil por hora para llegar a la cita médica, Lorenzo, ignorando mis carreras, se acercó con un hilo blanco de baba colgando de los belfos. La sola idea de tener un estampado húmedo y espumoso sobre el pantalón de casimir café me hizo levantar la pierna, sin pensarlo, justo cuando él llegaba a la altura de mi bota y. . . ¡ZAZ!
Con la inercia de mi pie y su caminar, golpeé su hocico tallando la nariz rosada. Su llanto me hizo reaccionar pero, fueron sus ojos azorados y de un azul empalidecido, los que me develaron su conmoción. ¡Lo había golpeado a media cara! Y, lo había hecho, cuando él trataba de mostrarme su cariño.
Sin darme tiempo a levantarme, Lorenzo giró sobre sus patas aun llorando. ¡Su mirada se me quedó clavada en el corazón!
Con paso apresurado, llegó hasta su cama y yo, corriendo atrás de él, comencé a disculparme. Parado sobre su colchón, continuaba con el asombro y el dolor reflejado en sus pupilas.
¡Perdóname, Lorenzo!, le repetí, una y otra vez, pero no intentó acercarse para buscar mi abrazo.
Cuando levanté la mano para acariciar su cabeza, mi compañero se encogió. Entonces me di cuenta de lo que había herido: su confianza. Mi mano, ahora, también le recordaba el dolor de un golpe. ¡Mi corazón se lamentó!
Ahora comprendía la magnitud del evento. Para Lorenzo, los abrazos, los besos y las caricias, son el lenguaje que comprende para recibir mensajes de amor. “Corporalidad”, como lo llamó alguien que recién lo conocí. Y, al golpearlo, usando su lenguaje, él lo asumió con toda la intensidad: una misiva de agresión y rechazo.
Me tomó mucho rato de cariños y palabras suaves para resarcir el daño. Poco a poco, mi querido grandulón adoptó su natural confianza al sentir mi contacto y, con el pantalón babeado y entretejido de pelillos blancos, partí, algo tarde, a las citas médicas.
Una hora tras el volante siempre da tiempo de pensar. Y, tras repasar el desencuentro con mi amigo Lorenzo, justo hoy, en el día del amor, medité en su lenguaje y llegué a una reflexión: ¿Conozco el lenguaje de mis amados, los más cercanos? ¿Lo utilizo cuando alterno con ellos? O, sin saberlo, ¿lo he usado para lastimarlos?
Lorenzo. . . perdón por causarte dolor y gracias, otra vez, por el útil recordatorio de hoy.

miércoles, 8 de febrero de 2012

"¡Ahí vamos, jovencito!"

¡Es un hecho! Ni cirugías, ni enfermedad, ni terapias, ni nada, puede evadirnos de que la adolescencia nos alcance y, para Lorenzo, tampoco hay excepción.
Los límites, antes claros y absolutos, están siendo puestos a prueba por el adolescente can. La cama que se clasificó como un “NO”, ahora es motivo de su terco intento para hacerla de su propiedad.
El pollo, su comida favorita, tampoco ha quedado fuera de sus cambios hormonales y de humor. Ahora, cual joven manipulador, la utiliza para mostrarme sus desacuerdos. “Si no vamos a dar un paseo. . . no como”, me asegura con su actitud. Y, con una huelga de hambre de dos días, me hace saber que “no le gusta estar en la ciudad”. 
Ni platillos especiales ni pequeños sobornos parecen resultar cuando el gigantón de ojos azules ha decidido imponerse.
Ahora sé que, mi Lorenzo, ha dejado de ser un cachorro y no sólo por el desarrollo de su cuerpo, sino por la actitud de adolescente en vías de la madurez.
Supongo que aún tengo una ventaja. Lorenzo abre puertas pero. . . ¡no puede azotarlas!
Aquí comienza un nuevo capítulo de vida para el “Rey Sol” (significado de su nombre) y, por el inicio, con sus casi 18 meses, creo que será más que divertido.

jueves, 2 de febrero de 2012

"¿Por qué?"

La definición de “Perseverancia” dice: “es la actitud de ser firme en alcanzar un objetivo o una meta, en momentos que uno se propone llegar a un final definido por el mismo”.
Lorenzo está de vuelta y su condición de salud deteriorada. Entonces, después de dedicarnos y trabajar en la recuperación, reviso el significado de perseverar y me pregunto: ¿Cuál es el objetivo? ¿En qué consiste nuestra meta? Y ¿cuándo sabremos que hemos llegado al final?
Mi sentimiento, confieso, es de frustración. Tal vez porque, hace más de 10 meses, la meta que forjé en mi mente quedó diseñada en anhelos y no en realidades.
Las palabras “siempre” y “nunca”, aprietan un botón que me habla de imposibles. Y, escuchar que Lorenzo siempre requerirá cuidados especiales, me lleva a pensar que algún “nunca” se nos colará en el futuro.
Volvimos ya a las terapias de acupuntura, reacondicionamos su cama para hacerla más cómoda y la ubicamos en el interior, cambiamos su alimentación y agregamos algunos complementos y medicamentos homeopáticos para reforzar huesos, músculos y maduración. Lo necesario está hecho y, de forma comprometida, lo seguiremos haciendo pero. . . ¿cómo justificar la perseverancia? ¿Cuál es el objetivo al que pretendo llegar con Lorenzo?
Lo miro y, al percibirme, me devuelve la mirada con actitud atenta, mansa, confiada. Lo sigo observando y sonrío. Y mi sonrisa, como señal inequívoca, lo hace levantarse y venir a mi encuentro con la única expectativa de recibir un mimo en la cabeza y, tal vez, un cariñoso jalón en las orejas.
Mi corazón dudoso reposa. Siento tu confianza y tu deseo de estar a mi lado, Lorenzo. Vuelves a tu cama mullida y suspiras. Veo como disfrutas con la simpleza del ser y estar. Descubro tu secreto, mi amigo: Tú no esperas llegar a ninguna meta. No pretendes recobrar la sensibilidad de esos dos dedos en tus patas ni añoras las pistas de alfombras rojas. Tu deleite está en estar vivo, disfrutar lo que tienes, a pesar de lo que no tienes ni tendrás.
Pienso en mi mami y mi papi, cada día más ancianos. Al igual que tú, su salud no volverá a ser perfecta y, también junto a ellos, he perseverado en la búsqueda de todo lo que les devuelva, aunque sea un poco, la vitalidad perdida.
Ahora lo veo como tú, querido Lorenzo. Vale la pena perseverar en causas, para otros, perdidas. Porque, en el camino, aprendo a disfrutar las cosas que sí tengo. . . justo como tú lo haces.