miércoles, 29 de junio de 2011

"El impostor"

Mientras Lorenzo se alistaba para el vuelo hacia México, una historia paralela ocurría en el Querétaro.
Un día antes de viajar a España, Gominolo, el perrito Yorkshire de mi nieto fallecía sorpresivamente de un ataque al corazón. A sus menos de 4 meses, jamás había experimentado un baño y durante el secado en la estética, murió del susto. Incapaces de anunciarle al pequeño su pérdida, tomamos la decisión de que, familiares, localizaran y compraran durante nuestra ausencia al ejemplar más parecido a Gomi.
El internet es una maravilla tecnológica pero, igualmente, ¡una trampa ideal para los engaños! A pesar de la buena voluntad y el empeño, a nuestro regreso nos encontramos con el cachorro, ¡un impostor! La raza era indescifrable. Mechones de todos los colores posibles surgían de su cuerpecito y la cara, lejos de tener algún parecido con un Yorkie, más parecía la de un pequeño vampirito peludo. Algo extrañado por el nuevo “look”, el niño se dejó convencer de que había cambiado durante su ausencia y, sin mucho preámbulo, lo aceptó y lo siguió llamando Gominolo.
Tal vez sea fácil engañar a un pequeño de 4 años pero, ¿quién explicaría a Ashley, la Gran Danesa, sobre el cuadrúpedo usurpador? Ella, compañera inseparable del cachorro original, comenzó a mirar a la nueva criatura con recelo y optó por levantar límites en su convivencia. Y lo mismo ocurrió con el resto de los habitantes caninos. ¡La suerte de Gominolo el “Usurpador” parecía echada! Y pintaba para ser tan fea como su apariencia porque, sin mentir, tal vez sea el perro más feo que se haya visto en el estado.
Pero el destino le tenía un buen regalo, un amigo paciente, aceptante y juguetón: ¡Lorenzo!
Aunque con muchos kilos más  y 20 veces la estatura de Gomi, el cachorro español se convirtió en el compañero de juegos de aquel antiestético perrito híbrido.
En el jardín abierto se podía encontrar a Lorenzo echado de panza moviendo la cabeza tratando de esquivar los mordiscos en las orejas o tenderse para entretener su peludo amigo con las manos. ¡Qué escena más divertida y conmovedora!
No puedo evitar sentir algo de culpa al ver cómo Lorenzo, a diferencia mía y de mucha gente, no repara en razas, clases o niveles sociales, pues, aunque la frase diga que “hasta entre perros hay razas”, la verdad es que nuestra humanidad habría tenido mejor destino si todos hubiéramos aprendido a aceptar y amar a todo ser humano sin importar su color de piel, creencia u origen.
Para variar, ¡Lorenzo me trajo otra lección!

domingo, 26 de junio de 2011

"Alfa y Omega"

A decir verdad, no todos se alegraron de la llegada de Lorenzo y hablo de gente al igual que perros.
Entre la gente, no hubo quién externó su opinión diciendo que era una insensatez de mi hija, cuya vida era bastante difícil en ese momento, el invertir y complicarse aún más con otro perro y ¡español! La visión sobre su proyecto de un criadero de primer mundo era, como casi toda cosa distinta, muy criticada y hasta atacada. Pero, supongo, es el destino de mucha gente con sueños distintos al común y los visionarios.
Pero, hablando de la manada a la que Lorenzo llegaba, también surgió la oposición. Makaryo, quien sin ser un natural “Alfa” en el grupo pero que se ha apropiado del liderazgo, lo recibió con ferocidad y celo. ¡Vaya susto el ver a dos animales de gran tamaño en contienda! Aunque, tal vez deba corregir pues, haciendo honor a la realidad, debo aclarar que Lorenzo no participó del encuentro. Sin responder a la agresión simplemente evitó en lo posible salir dañado y dejó claro a su “anfitrión” que no tenía intenciones de alterar las jerarquías.
Así, en minutos, quedó resuelto el conflicto y Lorenzo, manso y afable, se integró siendo feliz sin imponerse y siguiendo con entusiasmo las avanzadas d el Alfa desde su glorioso lugar de omega dentro del grupo.
Pero las paradojas también se dan entre los Gran Daneses pues, sin posar o pegar carreras espectaculares, el humilde Lorenzo fue jalando con su presencia afable y luminosa los reflectores. Muchas veces me pregunto: ¿Acaso desde entonces sabría, el bello Gran Danés europeo, que su destino era guiar a los corazones humanos hacia la sabiduría y no a los de su propia especie como el Alfa?

"Pasillo"

Aunque la estancia de Lorenzo en el “piso”, como llaman los españoles al departamento, fue de tan sólo día y medio, su presencia movió el ambiente convirtiéndolo en un lugar de juegos. Además de su natural atracción sobre los niños, que lo buscaban constantemente, no perdió oportunidad para saludar y dejarse acariciar por los habitantes temporales y visitantes de la casa.
Para quien tiene un Gran Danés, seguramente esto no le resultará en absoluto sorprendente. Sólo que para mí, lo verdaderamente asombroso, fue su capacidad de adaptación.
Lorenzo llevaba días viajando en una camioneta acompañando a su dueño en el recorrido desde Almería y haciendo escalas para entregar a otros cachorros a sus nuevos hogares. Además de pasar el último día y noche en una estancia  para después ser transportado hasta Barcelona. Y al recordar que venía de vivir en un lugar con espacios abiertos y mucha compañía, me maravilló ver como no había perdido su gusto por la gente y su disposición a disfrutar el lugar en donde le correspondía estar. ¡Vaya manera de recordarme que, esa, es una forma sabia de vivir y disfrutar la vida!
Así que, independientemente del nerviosismo que me generaban sus carreras en el interior del apartamento, disfruté verlo correr desde el fondo del corredor de duela y  más de 6 metros por el simple gusto de hacerlo. De los campos abiertos, su circunstancia en ese momento, quedaba reducida a un lugar para ser feliz de menos de 10 metros cuadrados pero, eso, no logró mermar su gusto por ser feliz. Y, aunque había perdido a su primer amor, su criador, mantuvo el corazón abierto para aceptar a mi hija, su nueva familia.
¿Qué sería de nosotros si lográramos aceptar y adaptarnos a la vida igual que Lorenzo?

martes, 21 de junio de 2011

"Competencia"

Entre 12 maletas, 2 niños, una carriola doble y la cuna viajera, Lorenzo llegó al aeropuerto de Barcelona listo para partir hacia su nueva patria: México.
Mientras los trámites de embarque entretenían a su dueña, él esperó junto a la carriola de los pequeños y, los tres, se entretenían con el paso de la gente y los anuncios que cambiaban en las pantallas. Pero otros ojos los imitaban sólo que el motivo de su curiosidad se encontraba al final de la correa, el bello cachorro Gran Danés de más de 40 kilos.
A pesar de la simpatía por su nueva mascota, mi nieta comenzó a sentir la incomodidad de ver los reflectores orientándose hacia él y, con una improvisada estrategia, capturó la atención de quienes los rodeaban uniéndose al foco de la atención apoderándose de la correa.
La gente pasaba y se admiraba con la belleza de Lorenzo y la actitud de control de la pequeña de apenas dos años. El espectáculo atrajo, incluso, a la gente del mostrador de las líneas aéreas que, dejando sus puestos, se acercaron para acariciarlo y dar un piropo a la joven manejadora. No faltaron tampoco las solicitudes de los admiradores para tomar una foto posando junto a las estrellas del aeropuerto.
Lorenzo, sin mostrar inquietud por las constantes manos que acariciaban su cabeza y los besos de su público, se deleitaba de la compañía y del amable control que intentaba ejercer mi nietecita.
Y comprendí, desde entonces, que Lorenzo había nacido para amar y ser amado por la gente, y que la pasarela donde lucir su belleza no precisaba de inscripción, ni jueces ni competencias.

¡Ya es hora!

Tras un ir y venir de llamadas, correos y discusión de opciones sobre el lugar donde Lorenzo, el cachorro, tendría que esperarnos en Barcelona mientras volvíamos de nuestra visita en Andorra, el día tan esperado llegó, confieso, no sin una buena carga de estrés y nerviosismo.
La hora pactada para que, en el transporte especializado contratado por el criador, arribara fue el punto de partida para la agenda del día. A pesar de nuestra anticipación, al volver de un corto paseo nos topamos con una camioneta frente al departamento veinte minutos antes de lo programado. Carreras y emoción rodearon el vehículo del que, finalmente, bajó un enorme cachorro de ojos azules y manos como de oso.
En el preciso momento que lo vi comprendí la razón de su nombre: ¡Lorenzo era, haciendo honor a su nombre, un sol! Y el encuentro con su dueña, mi hija, fue una verdadera escena de amor. Como si aquella presentación de video los hubiera conectado, el Gran  Danés se acercó emocionado a ella para dejarse besar y acariciar sin remilgos.
Siendo imposible instalarlo en la transportadora dentro del diminuto ascensor del edificio de departamentos, su nueva ama lo fue alentando a seguirla con paciencia y sin presión. Poco a poco, él comprendió que sus propuestas eran buenas y comenzó a seguirla dócilmente.
La historia cambió al llegar al apartamento pues Lorenzo encontró muy divertido el correr de la estancia a la última habitación por el largo corredor de duela detrás de sus nuevos compañeros de juegos: mis nietos de 4 y 2 años.
Los siguientes dos días antes de volar a México ocurrieron sin mayores contratiempos y el nuevo miembro de la familia se añadió con la naturalidad de quien ha vivido por años juntos. Tal vez lo único relevante fue la expresión del taxista al descubrir que, uno de sus dos pasajeros, incluía a un perro enorme de nariz rosada.
Lorenzo, en un brevísimo tiempo, aprendió a confiar en su dueña o. . . ¿Debería mencionar que él, por su parte,  se “adueñó” del corazón de ella?

sábado, 18 de junio de 2011

"Bienvenido"


Como conocí a Lorenzo tiene su historia. Tal vez no será como aquellas de, “y al mirarlo en la calle, perdido y hambriento, supe que ya era parte de mi vida”. Por el contrario. Lo conocí gracias a la tecnología cibernética de punta a través de la pantalla de una computadora o, ¿debería decir “ordenador” haciendo honor al lugar donde nació? Porque, además de que mi primer encuentro es a través de la web, resulta que Lorenzo “el Mexicano” en realidad es español de Almería.
Supongo que para estas alturas de la presentación ya es evidente que, Lorenzo, ha tenido y tiene una historia peculiar y muy poco convencional.
Podría introducirlo señalando su linaje meticulosamente cuidado, hablar de los premios y características de sus padres y abuelos, o mencionar que todo él, con sus características físicas, de temperamento y propósito genético, fue cuidado con gran esmero. Pero, creo que me saltaré lo convencional y hablaré de la personalidad de Lorenzo, el adorable Gran Danés.
En el video, con música violín de fondo, aparece un rechoncho cachorro blanco con apenas unas cuantas manchas negras, curioseando de un lado a otro. Sus intensos ojos azules, desde entonces, mostraban la dulzura de su carácter mezclado con una alegría divertida y natural.
A pesar de que, por el título del video, me enteraba que estaba predestinado a mudarse a México, mi país, la posibilidad de que así ocurriera aún me sonaba irreal. Así que, sintiéndome como sólo una espectadora más de un material audiovisual curioso y muy creativo, repasé por varias ocasiones las imágenes más por diversión que  por estudiarlo como “el ejemplar de la raza Gran Danés que formará parte del criadero DänischArt, propiedad de mi hija”.
¿Quién iba a adivinar que, aquel cachorrito ojiazul vendría a México con algo más que un linaje espectacular?