La historia de Lorenzo, como todas las historias, tiene muchos ángulos
para verla:
Uno de ellos, es el doloroso,
pues su destino de perro de exhibición quedó truncado y los días de sufrimiento
físico fueron largos. . . ¡muy largos!
Desde la óptica más humana, se convirtió en ejemplo pues, con todas esas
expectativas frustradas, me ayudo a vivir los momentos más difíciles en mi
propia vida y me acompañó con cada una de sus enseñanzas.
También está el punto de vista divertido pues jamás tuve una
convivencia tan estrecha con un perro con tanta personalidad y una capacidad
para la manipulación ¡extrema!
La óptica del pesimista, por supuesto, me dirá que ha sido un
desperdicio de tiempo; la del avaro, un dispendio excesivo de recursos, y la
del apurado, que hay mejores cosas que hacer que cuidar la rehabilitación de un
perro.
Opiniones y perspectivas, como siempre, hay tantas como seres humanos
distintos existen.
Pero lo importante de lo sucedido con Lorenzo, para mí, es “todo”, porque nada
ha sido inútil. Y sé que, aunque pusiera todo mi empeño en explicarlo, jamás
reflejaría la experiencia que he vivido junto a él.
Ahora mismo, por cierto, celebro algo que para muchos sonará incomprensible
o insulso y que también trae un nuevo
ángulo, esta vez. . . ¡a las patas de mi Lorenzo!
¡Sí! Los cuidados, la disciplina, las terapias y los esfuerzos están
dando nuevos frutos pues, el ángulo de los cuartos traseros de mi gigantón, día
a día, va llegando a los grados de una posición ideal y, eso, me hace rebosar de
gusto.
¡Que placer es verlo andar con energía y paso firme! Pero, como antes
dije, todo depende del ángulo. . . con el que se mire.
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