miércoles, 20 de junio de 2012

"Razones de peso"


No me concibo rencorosa pero, cuando Lorenzo subió a la báscula, el recuerdo volvió a mi mente y la mueca en mi boca me delató.
Hace algunos meses, mientras caminábamos lentamente por la placita, una mirada hosca y palabras dichas a media voz me hicieron volver la cara. Era un hombre que, sin quitar los ojos del cuerpo adelgazado de Lorenzo, musitó, aunque con la intención de que yo escuchara: “¡Para qué quiere un perro si no es capaz de alimentarlo bien!”.
Una punzada me hizo tensar el vientre. El dardo de aquel juicio, sin fundamento ni respeto, me tentó a que lo abordara para hablarle de la historia de Lorenzo, ¡nuestra historia! Pero, la prudencia, me hizo continuar el paseo, aunque las lágrimas de indignación no aceptaron quedarse dentro.
Si tan sólo hubiera tomado un minuto, el hombre se habría enterado de que, “ese perro”, no debía subir de peso para lograr una mejor recuperación de la cirugía de columna que le salvó la vida. Y, que hacerlo engordar para verse redondeado, habría implicado renunciar a una agilidad normal en el futuro.
Lorenzo entonces se veía, incluso, como un perro anciano con su andar maltrecho y las costillas marcadas pero, ¿porqué pensar lo peor de los demás? ¿Qué sabía el de nosotros como para guillotinarnos con su opinión sin fundamento?
¡Si tan sólo pudiera encontrarme otra vez con aquel hombre! Hoy vería a un Lorenzo distinto, al verdadero Lorenzo. Uno que luce cada gramo con orgullo pues, más que grasa, es músculo ganado con el esfuerzo, el dolor y la entereza diaria.
Hoy tengo un motivo de orgullo, una razón de peso para hablar del peso ganado por mi Lorenzo y, como pesa tanto mi alegría, ¡la comparto y la reparto!
¡Buen trabajo, amigo mío!

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