miércoles, 18 de julio de 2012

"Si fuera. . ."


Un incansable afán por fastidiar al otro, demandar atención inmediata a gritos, tropezar con los muebles por no ser capaz de controlar sus nuevas dimensiones, cambios de humor y un continuo acecho a los límites que creía estaban bien entendidos y cimentados, son sólo algunas de las pruebas que tengo para decir que, si Lorenzo fuera humano e hiciera caso a la regla de los “sietes”, ¡sería un adolescente confirmado!
Y estoy segura que, si el padre de algún adolescente lee este mensaje, comprenderá que esa etapa representa el momento en que los padres se gradúan en el tema de la paciencia y la tolerancia. En el caso de Lorenzo, para el caso, ¡es igual!
Los tiempos de mimos y respuestas obedientes han quedado en la historia para dar paso a nuevas escenas. Un mantel desgarrado y cubierto de pedacitos de cerámica que aún recuerdan su anterior imagen en forma de frutero, son el nuevo saldo de unas horas “sólo en casa”. La historia, como todo pasaje de la adolescencia, se llena de supuestos y la verdad jamás aflora. ¿Tiró el frutero al corretear al gato, en mi ausencia? ¿El aburrimiento sembró el interés por comer uvas y manzanas? ¿La curiosidad le hizo subir a la mesa para ampliar sus horizontes? Creo que, esas y muchas otras, serán preguntas que jamás tendrán respuesta.
Lo que sí sé es que, habiendo dejado atrás los días de “mascota única” y en el aprendizaje de convivir con Oreo, la gatita que llegó a la familia, Lorenzo ahora se entretiene buscando nuevas formas de molestarla (lo que recuerda la escena de los hermanos que, en el asiento de atrás, toman toda oportunidad posible para desquiciar al otro). No hay regaño, castigo o amenaza que lo haga olvidar el propósito al que ha consagrado sus momentos de ocio. Y, siguiendo las reglas de todo adolescente rebelde, enfrenta nuestros reclamos con sonoros ladridos para defender sus derechos.
Sí, Lorenzo está en la adolescencia, llevando mi paciencia al lindero del precipicio a cada paso,  entretenido en ensayar pasajes secretos de los límites conocidos y enloqueciéndome por ratos pero, a pesar de todo, ¡que divertido y cuánto disfruto que sea parte de mi vida!
¡Ay, Lorenzo!, como todo lo vivido sé que. . . Esto, también pasará (y espero sea muy pronto).

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